Los índices de "lectura" y aquellos inefables volúmenes de sandeces, en ranking con recetarios de cocina o autoayuda, nos causan pena y vergüenza ajenas. "Escritores" u poetastros de nivel escolar, becados y residentes por países, enriquecidos con el dinero del Estado. Mafias, sí, mafias, agrupaciones de facto para delinquir, comandadas por caudillos del caldillo, carentes de talento e ideas.
Escritura de géneros, gay lésbico, mapuche, de equipos y caballos. Es la realidad de letras. La ignorancia campea. A esto añadimos que los currículos académicos en colegios y universidades no incluyen el estudio de obras íntegras, sino meros resúmenes, bajados de internet. Existen personas que jamás han leído un libro, en toda su vida.
Profesionales incapaces de redactar un documento y si lo pergeñan, las faltas de ortografía y de estilo, abisales.
No hay agenda de programas serios para fomento y conservación de obras, tendiendo los políticos a arrinconar o mantener bajo la línea de nado a la gente.
En música, a excepción de las áreas privadas u aportes de fundaciones, no encontramos escuelas instrumentistas a todo hijo ni el rigor u calidad requeribles. El país no posee escuelas de ópera, de ballet, ni teatros o salas para recitales acordes u de resonancia acústica.
Los pintores deben sufragar por sí mismos sus estudios y dedicarse a dar talleres para sobrevivir. En escultura, en cine, en otras artes, la situación reiterada. Para costumbrismo y danzas populares, el traspaso es directo entre pares, huérfanos de bienes y recursos. Cantantes de público masivo como de músicos de estilos, rock, blue, jazz, balada, aires afros, juglares, la iniciativa privada en pubs, de espectáculos nocturnos de jarana, es la tónica; raro, hallar buenos compositores y letristas sublimes, remitidos a los coveres. Las cantidades de intérpretes, a la libre o por cuentas propias, son enormes. Conforman y recomponen unos y otros, para llevar pan a sus hogares. Quienes interpretan en las calles, empujados por la sobrevivencia, sufren por monedas de hambre, física y espiritual.
El patrimonio de un pueblo, perdido, descuidado.
Las radios y la televisión están ocupadas por la frivolidad, la prostitución y la mala política, o el fútbol. Promueven bebidas y alimentos insanos.
Las campañas de propaganda electoral o proselitistas, incontemplan terremotos culturales.