En el último tiempo, hemos sido testigos de una intensa campaña en torno al consumo de leche y a la conveniencia de preferir algunas marcas por sobre otras. Más allá de las polémicas y de las imprecisiones sobre el tema que inundan las redes sociales, hay un hecho de fondo insoslayable: la necesidad de proteger nuestros productos y de alentar a quienes, con trabajo y dedicación, empujan -muchas veces contra la corriente- la industria láctea nacional.
El modelo de cooperativa lechera ha demostrado ser una organización exitosa entre los agricultores del sur. Carecen de legitimidad las acusaciones respecto de que juegan con ventaja frente a las otras empresas, en tanto gozarían de beneficios especiales. Efectivamente, las cooperativas no se rigen por las mismas reglas que regulan el funcionamiento de una gran compañía, sencillamente porque desde su origen operan de modo distinto.
Emparejar la cancha no consiste en bajar las exigencias para los más poderosos, sino en garantizar que los más pequeños tengan oportunidades concretas de competir en determinados mercados. La concentración del negocio de la leche en manos de unas pocas empresas ha obligado a muchos productores a abandonar el rubro, y los que persisten deben enfrentar escenarios complejos y acciones hostiles de parte de una competencia muchas veces implacable.
La relación asimétrica se expresa también en los puntos de venta de los productos. Es habitual que, en el comercio minorista, determinadas marcas ofrezcan el litro de leche incluso a menos de $600, mientras que los productos de las cooperativas exhiben valores hasta un 30% más alto. En estas prácticas también incurren las llamadas marcas blancas, es decir, leche etiquetada con el nombre del propio supermercado, en la que no se indica ni su procedencia ni si es natural o reconstituida.
Todos estos elementos sólo contribuyen a generar la sensación de que existiría un interés por perjudicar a determinados productores y favorecer a otros. Así, cobra especial importancia la implementación de salvaguardias para proteger a los productores locales de leche y queso, así como la modificación a la normativa de etiquetado de los lácteos.
La decisión de compra siempre estará en manos de los consumidores. El precio final es importante, claro está, pero también lo es que a la hora de adquirir algo tan elemental como un litro de leche, dispongamos de toda la información necesaria para que dicha decisión sea la más adecuada. La certeza de adquirir un producto de calidad nos llevará a preferir el trabajo de los productores del sur de Chile.
Rabindranath Quinteros Lara,
senador por la Región de Los Lagos