Aprendí a adaptarme
Es una cuestión biológica, de selección natural, digamos; sólo los que mejor se adaptan sobreviven, y así funciona en todos los órdenes.
No cabe el orgullo, la originalidad o los principios. No hay lugar en el mundo para lo diferente, al menos no en cuanto a las apariencias. Sólo cabe en el ámbito de lo privado. Por eso trato de mantener un aspecto correcto, no salirme de los estrechos límites impuestos, no forzar las situaciones.
Trato de esconder mis cartas todo lo posible. Si estamos jugando una partida, mejor que nadie descubra tus intenciones. Vas con nada y te contienes con escalera de color. Apuestas a grandes y a chicas para despistar.
Que no te utilicen, que no sepan de qué pie cojeas, que nadie espere tu próxima jugada. Hacer de mis escasas virtudes un triunfo, sacar el máximo provecho de mis pequeñas cualidades. De nada sirve lamentarse. Mejor o peor, da igual. A todo se le puede sacar un lado positivo. Es tan sólo cuestión de elegir el perfil bueno y la iluminación adecuada. Estoico asentimiento y asunción del papel que nos toca adoptar en cada momento.
¿Resignación? Tal vez, pero peores son las consecuencias de la falta de adaptación, lo sé porque lo he experimentado y no fue nada bueno. Desde entonces no cuestiono la autoridad, no lucho por imposibles, no malgasto mi tiempo ni energía, y he descubierto la sorprendente capacidad de adaptación que tiene el ser humano, aunque resulta triste comprobar a lo que puede uno llegar a acostumbrarse.
Roxana González Maldonado
Registro civil
Es paradojal que empleados públicos demuestren insatisfacción con su empleador, el Estado, sobre sus discutibles pésimos sueldos.
Si el Estado es el explotador, parecido a los "malos" capitalistas, ¿por qué votamos por políticas proactivas? ¿Cuál es el punto de ser un izquierdista si el Estado no sólo no puede eliminar a los abusadores y fallas de mercado, sino que tampoco puede entregar algo realmente bueno a la gente, porque explota igualmente?.
John Cobin
Identidad nacional
Por estos días, caracterizados por el masivo éxodo desde principales ciudades hacia otros destinos, tanto nacionales como internacionales, y también de las típicas referencias a la identidad nacional, vale la pena preguntarse si sigue siendo válida la idea de una identidad chilena donde los principales íconos son la china y el huaso.
Pareciera ser que no. La sociedad chilena ya no es rural y tras la serie de cambios sociales y demográficos registrados en las últimas décadas aún no ha sido posible construir una iconografía identificatoria y folclórica propia de la ciudad. Adicionalmente, lo que existe está muy ligado al campo del Chile central, dejando fuera los extremos del país y nuestros connacionales del pacífico.
Tenemos, sin duda, una identidad que largamente excede a la simbología existente. Por otra parte, también hay que considerar la participación de los nuevos migrantes, los que ya no vienen a ser "unos chilenos más", sino que en el fondo de su corazón esperan devolverse prósperos a sus países de origen.
José Luis Reyes Fuentes Decano Facultad de Ciencias de la Educación Universidad Central
Con todos sí hacemos uno
Chile tiene nueve candidatos, entre ellos hay abogados (Jocelyn-Holt e Israel), filósofo (MEO), economistas (Matthei, Sfeir, Claude), médico (Bachelet), dirigente social (Miranda) y un ingeniero comercial (Parisi).
En una primera aproximación, se nota la diversidad de especialidades que dominan, a su vez si hacemos un zoom en cada uno, veríamos que Jocelyn-Holt es descendiente de dos presidentes de Chile; Israel es académico y comentarista de temas internacionales; Marco Enríquez-Ominami es cineasta; Matthei académica y política de siempre; Sfeir ecologista; Claude académico, activista político y con ex labores en el Banco Central; Bachelet ex ministra y ex Presidenta; Miranda dirigente de Andha Chile; mientras que Parisi académico y expositor de temas financieros en forma pedagógica.
Si hacemos una vista general de todos, veremos que es muy amplia la experiencia que suman en diferentes campos. Está claro que con todo ese bagaje en un solo candidato, estaríamos tal vez frente al chileno idóneo para ser Jefe de Estado, pero eso sólo pasa en las películas de ficción.
A propósito un Presidente que a la vez es cineasta, le ayudaría a que siempre tenga la película clara; y ecologista para privilegiar la madre tierra ante su degradación; y dirigente social para entender a la señora Juanita; y ex Presidenta para no cometer los mismos errores; y experiencia en TV en el manejo de la relación palabra con oportunidad; y si le agregamos además el ser académico.
Yo los pondría a todos en La Moneda porque en este singular caso "con todos sí hacemos uno".
Luis Enrique Soler Millar